Todos los equipos, ricos y pobres, tienen ciclos. Es posible que el nuestro haya terminado, lo que significa que empezaría otro. Ya sabemos cómo debemos iniciarlo, qué bases establecer para que sea exitoso, después ya veremos lo que pasa. El proyecto que se inició con Caparrós alcanzó unos éxitos que nos sorprendieron a todos. Ahora puede haber terminado, tendríamos que iniciar uno nuevo y quizá no viésemos sus frutos hasta dentro de dos o tres temporadas. No tenemos dinero para fichar a Xavi o a Pirlo, por lo tanto tendríamos que esperar a ver si gente como Cigarini acaba funcionando, o bien fichar a otros del mismo corte.
En los últimos años hemos asistido a finales buenas y finales malas. De las buenas jugamos ocho y ganamos seis. De las malas he perdido la cuenta. Hoy tenemos otra de las malas. En la mente de todos está el hecho de que esta noche podemos perder perfectamente; a este equipo le meten un gol y pierde. El estado de ánimo de los jugadores está cogido con alfileres y no sé hasta qué punto un estadio abarrotado de banderas puede ayudar. Es posible que un ambiente espectacular sirva de motivación para muchos, pero también puede meter una presión extra a un grupo de personas que, a duras penas, trata de sobrellevar unas exigencias que de momento les superan.
Me estoy refiriendo principalmente a los nuevos. Los veteranos ya han superado muchas batallas y han ganado casi todas las guerras. El otro día me entretuve buscando información sobre Poulsen. Me llamó la atención que un jugador que ha jugado en equipos de tanta enjundia como la Juventus o ahora el Liverpool, sólo haya ganado títulos relevantes en el Sevilla. Este perfil es extrapolable a casi todos los de la vieja guardia, pero ¿Cómo motivar a unos jugadores que en su mayoría enfila el final de su carrera y que difícilmente va a ganar nada más? Todos hemos visto hace poco, cómo un equipo de jugadores que han ganado prácticamente todos los títulos existentes, sin motivación pierden con el Hércules y motivados aplastan al Real Madrid.
Hace tiempo Juanito, cuando aún jugaba en el Betis, dijo algo con lo que estoy bastante de acuerdo. Vino a decir que, salvo casos muy excepcionales, los grandes equipos no tienen once grandes jugadores. Dos, tres o cuatro marcan la diferencia y el resto se contagia. Y puso como ejemplo al Sevilla.
Hoy no es el día para que los jóvenes se reivindiquen. Hoy es el día para que los grandes contagien a los demás. Hoy es el día en que, mirando su propio palmarés, vean dónde han ganado los títulos que lo adornan y demuestren si han llegado al final del ciclo, o aún tienen fútbol de alta escuela en sus botas. Hoy espero a los pesos pesados, a los grandes veteranos. Ellos decidirán esta batalla.
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